La música en las ceremonias
Roberto Sebastián Cava
Para EL HERALDO
Una ceremonia es un acto humano rodeado de determinadas formalidades. Por eso, en Ceremonial, podemos hablar de actos simples o sencillos y actos solemnes. No es posible afirmar que existen actos informales, porque al elegir una forma se lo está calificando.
Por eso resulta impropio hablar de una cena informal o de un acto informal. En nosotros, en las personas que nos dedicamos al Ceremonial está el dar a cada acto el carácter que se desea.
Es posible transformar una ceremonia sencilla en una solemne. Hay elementos que pueden venir en nuestra ayuda. Entre ellos están la vestimenta, las luces, las flores, el lugar, la hora de realización, la música.
Cada uno, desde su puesto de trabajo, tiene en sus manos actos muy diversos: congresos, presentaciones de libros, graduaciones, entrega de premios, torneos deportivos. La enumeración puede ser muy grande puesto que el Ceremonial abraza la vida misma y es uno. El Ceremonial se aplica en todos los ámbitos, en el público y en el privado, en lo social, en lo oficial, en el deporte, en el eclesiástico, en el académico.
La música posee un lugar de gran importancia en las ceremonias y nosotros debemos utilizarla con sentido común sin convertir un acto en un concierto pero sin descender a hacer de la música un elemento decorativo, es decir poniéndola como de fondo en nuestros actos.
Los medios masivos de comunicación social se han encargado de difundir algunas imágenes, uniéndolas a motivos musicales. Así distinguimos la alegría de la tristeza. En esto tiene mucho que ver la moda, lo que se usa o se lleva. “No hay dos ceremonias iguales. De lo sublime a lo ridículo, hay sólo un paso”, decía con fuerza el Dr. Felio Vilarrubias –mi maestro- en
sus clases en la Universidad de Oviedo. Por eso, como somos nosotros quienes debemos solemnizar las ceremonias, es necesario que la música que se incluya en ellas no las transforme en un concierto añadido o prendido forzadamente a un programa.
Manuel Carreño en su extraordinaria obra “Manual de urbanidad y buenas maneras”, editado por primera vez en Nueva York en 1889, nos advierte: “La música seria y profunda es tan sólo propia para los círculos aficionados. La música brillante y alegre es la única que agrada a todos”.
La música en las ceremonias debe ocupar su lugar. No existe la mal denominada música de fondo, porque toda obra tiene un lenguaje, el discurso musical, que a los oídos de las personas se convertirá en una verdadera barrera y, nosotros, en Ceremonial, buscamos, deseamos, la comunicación entre las personas.
Nosotros debemos elegir la música y los momentos en que va a ser ejecutada. Es necesario saber, con anticipación, cómo será la ceremonia que vamos a realizar, para estudiar la posible intervención de la música en ella, teniendo en cuenta que la música grabada puede deslucir un acto.
Es bueno recordar la diferencia entre la música litúrgica y la música sagrada. La primera es la que sirve para la celebración de los sacramentos, en especial en la Misa. La segunda es la que, inspirada en temas de la Escritura , en Dios Padre, en Jesucristo, en la Santísima Virgen , en los santos, tiene como finalidad elevar los espíritus.
Hay también música compuesta con muy buena voluntad, pero que no es ni litúrgica ni sagrada. Los usos, las costumbres, han ido incorporado a nuestra vida determinadas obras profanas, llegando a darles un cierto sentido religioso.
Los momentos de una ceremonia en los cuales se puede incluir la ejecución de música, pueden ser a la entrada y a la salida de las personas que conforman la presidencia de las mismas; en medio de ella; cuando nuestro buen tacto y sentido común nos lo aconsejen.
Para facilitar el desplazamiento de las personas están las marchas, obras compuestas especialmente para que las personas puedan trasladarse armoniosamente. Las marchas tienen un ritmo simple y están formadas por frases musicalmente regulares. Desde el siglo XVI encontramos las trazas de la marcha como forma artística. Andel, Bach, Mozart, Wagner, Beethoven, Verdi, Schubert, han compuesto obras que, asociadas a autores contemporáneos nos ofrecen un riquísimo repertorio del cual podemos elegir.
Cuando se emplea música en medio de una ceremonia, se desea manifestar con ella la satisfacción y la alegría de todos en honor de algunos personas. Esto se puede dar en una entrega de premios o medallas, en un doctorado “honoris causa”. Aquí es necesario asegurarse de que la obra elegida llegue, efectivamente, a sus destinatarios. Recuerdo que, en cierta ocasión, un grupo coral cantó en honor del presidente de una empresa europea una canción. Al terminar, esa persona se acercó al director del coro para agradecerle y le preguntó si sabía de qué país era la obra que habían cantado. No había sido precisamente del suyo.
Para estas ocasiones es recomendable la utilización de una pieza breve y brillante, que puede ser tomada del amplísimo repertorio de música popular, folklórica o culta. Compositores de todas las épocas nos brindan un panorama insospechado.
Si hemos pensado, con tacto y sentido común que es posible incluir en el programa de una ceremonia la ejecución de algunas obras, es preciso tener en cuenta la duración de ellas, los horarios de las personas que asisten, que es también una de las formas de respetarlas. Es imposible lograr la atención del público, si se agrega una sinfonía con todos sus movimientos. En cambio, no desluciría la interpretación de uno de ellos.
Algunas obras musicales a título de ejemplos para ser utilizadas en ceremonias
“Himno”, de Vangelis (Del mundial de fútbol 2004)
“Non nobis”, Doyle
“Va pensiero”, de la ópera “·Nabucco” de Verdi
“Pompa y circunstancias”, Elgar
“Canticorum”, de Hael
“Himno al amor”, de Piaf
“Himno a la alegría”, de Beethoven
“Gloria”, de Vivaldi
“Alelluia”, de Handel
“Largo”, de la ópera “Xerxes” Handel
“Coro de los peregrinos”, de Wagner
Roberto Sebastián Cava
Para EL HERALDO